La parra del Diablo
(Folclor chileno,  pág. 82)

 

En tierras de Alhué habría nacido o aparecido un parrón hace más de doscientos años. Se le llama la Parra del Diablo porque antes fue un hombre, al que se transformó en parra y muchos ven la forma de un cristiano con sus brazos extendidos.

Esta vid longeva ocupa más de 400 m2. En la actualidad, tiene un tronco oblicuo carcomido, de más de dos metros de periferia y de los sarmientos que tocaron tierra se han elevado otros que forman nuevos emparrados, lo cual le añade un aspecto de caverna.

(Versión de Oreste Plath)

Notas  Complementarias

Diablo es palabra venida del griego que significa calumniador. El Diablo es un genio sobrenatural de figura terrorífica y espantosa, que ha dado origen al diabolismo, diabología o demonología en todos los pueblos.

En la Sagrada Escritura y en el lenguaje litúrgico de la Iglesia, se le denomina como Angel Malo, pues es el nombre dado a los ángeles que, habiéndose rebelado contra Dios fueron condenados al infierno y se consideran como enemigos del hombre. Recibe, también, otros nombres tomados de su naturaleza, la de sus acciones y de sus circunstancias históricas. Así se llama Mefistófeles, el Malo, Belcebú, Luzbel, Belial, Sammael, Espíritu Inmundo.

La existencia del Diablo está en el leyendario chileno en forma copiosa. Y las fechorías de él son muy conocidas. De su vida se sabe que es un caballero que viste siempre de negro y que se destaca por su chistera y un diente de oro. Anda, camina con mucha libertad, pero huye al amanecer, al primer canto del gallo. Según la tradición popular, cuando monta a caballo, no calza sino una espuela; creen que los remolinos de viento los forma el Diablo que va en el centro de ellos. A estos remolinos por lo general se los llama diablitos; para no ser visto por el Diablo se reza una Salve.

Al Diablo se le invoca, hay fórmulas para realizar los pactos de préstamo o goce de bienes. A cambio de la riqueza que él otorga, hay que darle una cédula suscrita con la sangre de las venas del pactante. Cuando se vence el plazo fijado para entregar el alma y el cuerpo, para conjurar el peligro, se recurre al velorio, que consiste en hacerse velar por otra persona.

En Chile, el pueblo es el Diablo, según lo dice el mismo roto diablo. Aquí hacen diabluras juntos y hasta se trampean. El rotólogo Antonio Acevedo Hernández, que bien conoce al roto, al chileno, dice que el Diablo es amigo cordial del pueblo con el cual departe y que lo engaña venciendo astucias.

En el Brasil aparece con el aspecto tradicional que le dio el catolicismo, como lo describe Gustavo Barroso: "Cachos, ojos de fuego y pie de pato. También puede aparecer o surgir como un gran perro, un gato, un caballo, un cerdo negro". Realiza pactos y los contratos siempre son efectuados en la alta noche, en una encrucijada desierta, y el hombre debe dar en prueba de cumplimiento de su contrato algunas gotas de sangre.

En el Brasil, el Diablo tiene suegra; en Honduras el Diablo construyó una Iglesia y así sigue por América en un tuteo con el pueblo.

En Colombia, Antioquía, pide trago: aquí la copla:

Avemaría dijo el diablo
en las puertas del estanco,
si no me dan aguardiente
me les entro y los espanto.

 

En Venezuela, hasta el siglo pasado, comparsas de diablos formaban parte con sus danzas en la procesión de Corpus Christi.

Hoy día, en muchos sitios de España, enmascarados diablos acompañan la procesión de Corpus Christi.

En Bolivia, tienen vida verdaderas cortes infernales, comparsas de Diablos, en las que no falta la Diabla, presiden el Carnaval de los orureños. Víctor Varas Reyes, que bien los ha estudiado, como personaje clásico, desde la época de la adoctrinación católica del indio como engendro del mal, dice que estos Diablos bolivianos después de danzar franquean las puertas de las iglesias, rezan y entonan cánticos:

 

Venimos desde el infierno
a pedirte protección
todos tus hijos los Diablos
¡Mamita del Socavón!

Estos Diablos pasan a Chile y acompañan a grupos de danzantes en los santuarios del extremo norte, donde tampoco faltan Diablos chilenos, pero siendo la Diablada boliviana con su vestimenta, máscara espantable y coreografía de mayor valor folclórico-religioso.

La existencia de estos diablos constituye reminiscencias de los Auto Sacramentales y otras antiguas representaciones alegóricas de los misterios de la religión católica.

En Argentina, cabe recordar lo que dice Estanislao del Campo:

 

Que el diablo es tan guitarrero
Como el paisano más criollo.

Sobre Puentes del Diablo en otros países, se podría confeccionar una larga lista; pero baste el Puente del Diablo, de Suiza, sobre el Reuss; el Puente del Diablo, del Condado de Cardigán, en Inglaterra; el Puente del Diablo, de Martorell, en la provincia de Barcelona y también se le llama Puente del Diablo, al acueducto romano de Tarragona, que mandó construir el Emperador Adriano.

En lo referente a su denominación, en España, en el siglo XVI se le llamaba Guineo y Mozambique, nombres africanos que pasaron a América. Por el siglo XVII, en España y sus Indias, al demonio popularmente se le decía Mandinga, nombre de cierta etnia o nación africana cuyos hijos abundaron en España. Este Diablo, a todas las formas humanas, prefiere la de un negro.

El Diablo es conocido en los pueblos de América, con diversos nombres. En Venezuela, es el Sucio; Puerto Rico, lo llama Juan Calulú, Mandinga y la gente de color lo denomina Cachica. En el Perú, don Ricardo Palma informa, en una de sus "Tradiciones", los siguientes:

Cachano, Carrampempe, Cornudo, Demonio, Maldito, Maligno, Demonio, Patón, Rabudo, Uñas Largas, Tunante.

En Bolivia entre los muchos nombres que tiene en castellano, figura el de Hombre de Fuego, y en aymará y quechua, el de Supay, Supaya.

En el Uruguay, es Mandinga, diablo negro aclimatado por los descendientes de africanos. En Argentina, es conocido por el Malo, Sachoyoj y Pequeño Supay. Los indios del Chaco, lo llaman Ayacuá; en el Paraguay, Aña, Añanga, Mbá é Pochy (Ser furioso, maligno).

En el Brasil, dice Gustavo Barroso, tiene muchos nombres, no se le debe decir nunca su verdadero nombre a fin de no atraerlo. Entre éstos están: Bicho Preto, Bode, Cafeta, Câo, Capa Verde, Capinha, Capirote, Côxo, Dêbo, Droga, Ele, Figura, Fute, Futrico, Gato Preto, Maioral, Malino, Moleque, Pé-de Pato, , Pedro Boltelho, Preto, Porco Sujo, Rapaz, Sapucaio, Tinhoso.

Otro estudios brasileño, Pereira Da Costa, ha registrado los nombres de Arrenegado, Cafure, Cafutinho, Capataz, Demo, Excomulgado, Ferrabrás, Furia, Inimigo, Maldito, Mofino, Nao-sei-que diga, Tisnado, Sujo y Diacho.


© SISIB - Universidad de Chile y Karen P. Müller Turina