EN LOS FUNERALES DE ORESTE PLATH

Ernesto Livacic Gazzano,
Vicedirector, Academia Chilena de la Lengua

Discurso pronunciado el día de su funeral en el Crematorio del Cementerio General de Santiago de Chile, el día 26 de julio de 1996.
Publicado, en Academia Chilena de la Lengua Nº 72, Santiago de Chile, año 1997, pp. 307-309 y en el Diario El Rancagüino, Rancagua, Chile, en el cual llevó por título "Ante la Muerte de Oreste Plath", 28 de agosto de 1996, p. 10.

 

La Academia Chilena de la Lengua se encuentra hondamente conmovida ante la partida de nuestro colega Oreste Plath.

Ingresó a la Corporación y fue recibido en ella por su entonces Director, Roque Esteban Scarpa, hace 14 años, en agosto de 1982, tras haber sido elegido Miembro de Número por unanimidad, en atención a sus relevantes méritos. Entre éstos eran particularmente sobresalientes sus acuciosos estudios y sus amplios conocimientos de la cultura popular, trasunto de una idiosincrasia y una mentalidad, de un contorno y de unas vivencias, de unos valores y unas actitudes riquísimos, y que se expresan de modo peculiar en un lenguaje certeramente gráfico, pintoresco traspasado por lo metafórico, ingenioso y fuertemente emotivo. Por eso dedicó su bello y penetrante discurso de incorporación, "Paisaje y expresión del chileno" a proponer una visión de nuestra Patria desde la identificación con el pampino, el montañés, el minero, el campesino y el marinero, exaltando su cultura como fruto de hombres que, en medio de la variedad de su geografía, se hacen intérpretes del sentido del paisaje e imprimen a su habla y a sus creaciones la fuerza cósmica que de él dimana. Por eso fueron siempre valiosos y autorizados sus aportes en la Comisión de Lexicografía de la Academia en los predios del léxico popular y sus etimologías. Por eso pudo deleitarnos en múltiples e inolvidables sesiones plenarias con sus disertaciones, ilustradas e ilustrativas, vitales y chispeantes, acerca de diversas manifestaciones específicas del habla chilena, que conocía como nadie, ataviaba con mil anécdotas y respetaba con profunda unción.

Pero su contribución a las tareas institucionales las favoreció igualmente por el acabado dominio que tenía de la Literatura Chilena y por su vivo contacto con sus autores. El mismo había cultivado la poesía. Había ejercido como dirigente gremial de los escritores. Fue el alma de la Agrupación Amigos del Libro -que organizó más de 50 presentaciones de poetas y prosistas nacionales en el recordado ciclo ¿Quién es Quién en las Letras Chilenas?- y dirigió durante muchos años el Boletín Bibliográfico Literario, iniciativas ambas con las cuales ha dotado de un material de invaluable importancia a los estudiosos de nuestro arte verbal. Colaboró como asesor literario con editoriales, en particular con Nascimento, a cuyo local concurría cada mediodía con cotidiana puntualidad y en el cual animaba cálidamente las tertulias sabatinas que servían de encuentro a cultores de la palabra escrita de todo el país. Es elocuente que, al ingresar a la Academia poetas como Manuel Francisco Mesa Seco y como Humberto Díaz Casanueva, hayan solicitado que fuese Oreste Plath quién los recibiera en su seno con el discurso de su presentación.

Trabajador incansable, concurría metódicamente a investigar a la Biblioteca Nacional, y hasta días muy recientes podía decir sin faltar a la verdad que estaba enfermo pero no por eso dejaba en cada jornada de escribir.

Nada, tenía sin embargo, de erudito frío o de intelectual encapsulado. Nos brindó invariablemente la lealtad del amigo, la proximidad del hermano y la afectuosidad del padre, el señorío del maestro y la ejemplaridad del sabio honesto con su conciencia, consecuente y transparentemente modesto.

No sólo aportó luces, sino calor. Cordial, solidario, servicial, entusiasta, agudo y comunicativo, participó en todas las actividades y encuentros de la Academia mientras sus fuerzas se lo permitieron -y aun, en ocasiones recientes, cuando ellas estaban resentidas y, de modo muy suyo, influyó decisivamente en que se desenvolviera en una atmósfera grata y gustosamente compartida.

La armónica constelación de méritos y virtudes tan diversos, hacía de él un integrante excepcional de la Academia, querido y respetado por todos.

Académico y amigo Oreste Plath: Este no es un discurso fúnebre, en los cuales alguna vez dijiste que no creías. Es una reiteración sincera de nuestro afecto, de nuestra gratitud y de nuestra admiración por tu obra señera y tu tan rico temple humano.

Tú también declaraste: "La muerte no se creó para mí". Nosotros seguiremos sintiéndote vivo y presente día a día. No puede morir quién amó la vida como tú, quién dio tus frutos, quien irradió bondad como supiste hacerlo, quien portó e irradió alegría y en medio del dolor alentó esperanza, una esperanza que ahora se ha tornado más firme y más real para ti y para nosotros.

Por eso, te decimos "Hasta siempre".

Y a los tuyos aseguramos que continuarás inspirándonos.


© SISIB - Universidad de Chile y Karen P. Müller Turina