Columna "Buenas Tardes"

Dos "animitas"

por Oreste Plath

Diario "La Estrella" de Valparaíso, Chile, viernes, 17 mayo 1991, p. 4

 

Cuenta el poeta Andrés Sabella "que el escultor Carlos Canut de Bon, que vivió una intensa bohemia, en una ocasión, cuando moraba en un barrio pobre de Santiago, no disponía de luz eléctrica. Sin embargo, todas las noches, al llegar a casa, cogía una vela a la "animita" de la esquina para alumbrase. Una amanecida decidió correr la "animita" hasta la puerta de su casa y de ahí en adelante contó con la mejor luz del barrio, sin tener que pagar cuentas a la compañía".

El periodista y escritor Raúl Morales Alvarez (Sherlock Holmes) precisó en la prensa este hecho de la siguiente manera: "El escultor habitaba en un humilde domicilio, por el barrio del Parque Cousiño. Por allí, una noche, mataron a un fulano a puñaladas frente a la casa de sus vecinos más conspicuos, y la correspondiente "animita" apareció de inmediato en el sitio del crimen, entregándole al finado cirios.

El vecino protestó que esto aconteciera en la puerta de su casa. Entonces vino el buen Canut de Bon, y comenzó a correr la "animita", empujándola para su lado, cada día un poco más, hasta logra cambiarla de sitio por entero

El periodista David Ojeda Leveque narró que en una ocasión le habló al poeta Rojas Jiménez, que vivió y murió al alba de la "Animita de Serafín Rodríguez" que fue fusilado en Valdivia a la 6 de la mañana del 6 de septiembre de 1906 y afirma el pueblo que murió injustamente, por lo que hace "milagros". Paralíticos han mejorado con la tierra de la capilla, otros han logrado fortuna, amor y los menos han sentido el saludable jugo de nuevas energías para apartarse de sombríos caminos.

Ambos se encontraban en Valdivia, en la redacción del diario "La República". Lo cierto es que el poeta le habría dicho: ¡Tienes que llevarme inmediatamente allí!

El poeta era tan dominante que se vio obligado a encaminarlo. Llegaron al cementerio y ante la tumba se persignó y rezó hincado en el barro. Mientras la lluvia caía, Rojas Jiménez cogió un cabito de vela y se lo trago como un amuleto.

 


© SISIB - Universidad de Chile y Karen P. Müller Turina