Primacia y estirpe de los metales en Chile

Cobre - Bronce - Platería araucana - Platería - Orfebrería -Herrería - Hojalatería

Por Oreste Plath

Este trabajo fue publicado en los Nº 19-20 "Tradición". Revista Peruana de Cultura —Cuzco, Perú, junio 1955- enero, 1957. Director Efraín Morote Best.

 

Homenaje a Oreste Plath (1907-1996). Una vida dedicada a Chile. Juan Antonio Massone del C., (Editor). Editorial Universidad de Talca, La Academia Chilena de la Lengua y la Universidad de Talca, coeditan el libro. Agosto de 2001 pp. 420. El trabajo

El trabajo aparece páginas 399 a 417.

(* La palabra araucano en este trabajo se cambio por mapuche)

 

 

Cobre

Para el conquistador, ningún esfuerzo o sacrificio tenía justificación sino en la medida en que estaba canalizado hacia la conquista del oro. De ahí que la explotación del cobre no le llamara la atención y la producción de este valioso factor del progreso industrial, se mantuviera en pañales durante la Conquista (1).

También es sabido que los primitivos mapuches no trabajaban el cobre a la

llegada de los españoles y que algunas armas de cobre con que contaban deben haber sido obtenidas de los despojos, que en los campos de batallas, dejaron los soldados de los Incas Yupanqui y Huaina Capac.

Si el mapuche gustó de los atavíos de metales, los que menos lució fueron los de cobre; pocas, muy pocas, son las piezas de este metal que se han encontrado. Así, en plan de enumeración, el reverendo padre Rafael Emilio Housse, en su "Epopeya India", detalla dos o tres piezas encontradas por él.

Después, se hicieron candiles de cobre, candelabros, jarros llamados tachos de cobre, pailas de una sola pieza, al estilo de la calderería gitana; y aldabones para las petacas.

Entre las piezas de sabor popular, están las que se realizan hoy a las orillas de Chuquicamata, el mayor yacimiento de cobre en el mundo. El trabajador, dando vuelo a sus descansos, realiza ceniceros de forma de corazón, como un símbolo del amor. Para él las mujeres están lejos. . .; otras veces, estos ceniceros tienen forma de estrella, es la representación de Chile, es la bandera; forma de piragua, bote, y entonces es el mar que lo llama, es el agua, es la sed, todas las clases de sed: vino, mujeres, partidas. Estas son las tres formas clásicas; después, hay una más, tipo platillo, con una pareja estampada que camina como olvidada de sí misma; pero dando vuelta el platillo, cambia la actitud y se hace sospechosa o demasiado amorosa.

Y viene una numerosa cacharrería, imitación de los braseros y pailas gitanas, pero no deja de ser una industria turística.

Perteneciendo a la gran manufactura están los platos y bandejas que patentizan su chilenidad con gualdas de copihue. el Escudo Nacional estampado o de plata aplicado en el centro. Y entre esto lo que más abunda es el cenicero de cobre tipo platillo y la miniatura de la carretilla.

Bronce

El bronce también se trabajó y se usó de preferencia en la fabricación de armas, empuñaduras, braceros, morteros, campanas para los templos; las campanas de la Catedral de Santiago son de antiquísima fabricación, fueron construidas con viejas campanas que venían del tiempo de la Colonia y fundidas por un fraile que sabía el secreto de darles sonoridad. Una de estas campanas, ha señalado a Santiago los grandes acontecimientos, desde la buena nueva de la Independencia de Chile, como la muerte de Presidentes y obispos; alegrías y dolores; ha doblado en los grandes momentos nacionales.

De bronce se fundieron pilas para depositar agua bendita en las iglesias y fuentes de agua para que se surtiera el vecindario. En el Palacio de La Moneda se encuentra una hermosa fuente de bronce fundida (1671) por Alonso Meléndez, en Santiago (Chile), bajo el Gobierno de don Juan Henríquez (1670-1682). Alrededor de la columna que sostiene su taza, se lee la siguiente inscripción: "Gobernando la ciudad el muy ilustre señor don Juan Henríquez, Gobernador y Capitán General, Alonso Meléndez, me fecit".

Esta fuente sirvió en la Plaza de Armas para surtir de agua potable a la población. Para este objeto, ostentaba en su centro una columna de bronce, con treinta y tres caños, donde los habitantes se surtían de agua. Había también un convenio entre el Cabildo y los Síndicos de San Francisco y de Las Claras para mantener un pila en cada convento.

Nota de la hija del autor.- Esta fuente de bronce se colocó en la Plaza de Armas, estuvo después en el cerro Santa Lucía y hoy se encuentra en el primer patio de la Moneda. Ref. La arquitectura en el Virreinato del Perú en la Capitanía General de Chile por Alfredo Benavides Rodríguez. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile (2º edición) 1961 en la página 361.

Según don Eugenio Pereira Salas en su libro Historia del Arte en el Reino de Chile. Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1965, en la página 79 dice: con ayuda de cobre de cañones.

 

Platería araucana

La platería indígena, tiene un nacimiento post-español y los aborígenes trabajaron la plata en especial para convertirla en adornos.

Los joyeros, los plateros, llegaron a tener gran importancia, pero esto ha decaído con la creciente pobreza de los indios y los especialistas son contados, uno en cada región (2).

Su taller es sencillo: un crisol, un fuelle, punzones de hierro, limas, moldes. Al iniciar su obra, el platero invocaba al genio protector de los metales y se encomendaba a él.

Los mapuches explotaron minas de plata, explotaciones que estaban envueltas en el misterio y se castigaba con la pena de muerte al que facilitara al extranjero la menor indicación sobre ellas.

En la actualidad, los clientes llevan monedas a los plateros para que les fabriquen sus objetos. El platero mapuche de hoy, realiza un trabajo inferior, ya que se vale de monedas de níquel o cucharas de distintos materiales.

La platería referente al indio caballista cuenta con la rienda, con largas varillas, tubos, bombillas de plata, llamada Utruncu; el freno, Unelhue, de forma original; el estribo, lstipu; los con protección para el pie, son Tolto-istípu; y Charro-istipu, es el estribo campanuliforme, que algunas veces usa como vaso; la espuela de hierro revestida de plata, Ispuela, la que es de gran tamaño, con apéndices colgantes, a manera de adornos.

Para los caciques ricos los orfebres confeccionaban todas las piezas de plata maciza, como las placas decorativas para la frente, cuello, pecho de las cabalgaduras.

Las piezas antiguas, merecen un serio estudio ya que acusan parecidos, aspectos influyentes de piezas realizadas en países vecinos, como acontece con el tupo y los punzones de Bolivia y Perú; con los mates argentinos y de los cuales muchos fueron traídos en los continuos viajes del mapuche a la nación vecina o influidos a través de otras piezas extranjeras que se notan en decoraciones con animales que pertenecen a la fauna europea como la representación del águila bicéfala que se ve con insistencia decorando los adornos pectorales de las mapuches de Carahue o esa zona. No deja de ser curioso esto, si se estima que La Imperial, hoy Carahue, fue fundada por don Pedro de Valdivia en honor de Carlos V (1500-1558). el Emperador de ascendencia germana que a la sazón gobernaba España. El águila bicéfala —la enseña de la familia de los Habsburgos— es parte del Escudo nobiliario de Carahue, establecido por Real Cédula de 18 de marzo de 1554, y parece ser, naturalmente, para los plateros el águila (Geranoates melanoleucus), para ellos, Calkin o Ñancu, como también el cóndor (Garcoramphus gryphus), llamado Manke o Alkaman.

Sin duda, las mapuches de otra época también, le daban una mayor importancia a los adornos pectorales. ¿Había, acaso, un sentido oculto de honrar los pechos, símbolo de la maternidad? Y la cruz, pequeñas cruces colgantes en sus adornos pectorales o en antiguos tejidos, ¿es anterior a la llegada de los españoles o pertenece a la penetración de las ideas cristianas entre los mapuches?.

Hoy, las jóvenes no usan tanta platería, apenas la llevan; pero hay una preocupación de adornarse y son afectas a las cintas de seda que las usan en su cabellera, lo mismo que las flores naturales.

Platería

Los plateros se establecieron junto con los conquistadores. El platero se hizo necesario a la minería para el pesaje del oro que se extraía de los lavaderos y su quintamiento, esto es, la reserva de la quinta parte que correspondía al rey. El platero fundía el oro y la plata, pesaba y marcaba los metales con el sello real, en presencia de los funcionarios llamados ministros de hacienda y tenía libertad para ejecutar trabajos a los particulares, como ser: fuentes de plata, cucharillas y punzones que le encargaba la gente rica.

En 1548, se fijan los aranceles a que debían sujetarse los artífices y las tablas de precios debían ponerse en parte pública "donde usaren sus oficios, y bajo. que lo puedan ver y leer todas las personas que quisieren".

Los plateros figuran en participación pública ya en 1556. La fiesta de Corpus Christi de ese año, tuvo como número de celebración una gran exposición. que bien puede ser la primera de los trabajos coloniales. Expusieron por orden del Cabildo los sastres, calceteros, carpinteros, herreros, zapateros, jubeteros; y los plateros, sus trabajos realizados a fuerza de martillo.

En 1590, en el mes de febrero, el Cabildo de Santiago dicta un Reglamento para el gremio de plateros y nombra "Constraste de metales y fiel de pesas", al platero Andrés Enríquez.

En agosto de 1606, el Cabildo se vio en la necesidad de publicar "bandos", a fin de solicitar oficiales plateros "para el servicio de la ciudad", así lo requería la demanda, que era superior al número de trabajadores.

En 1619, para impedir robos de objetos de plata, se mandó por ordenanza, aprobada por los oidores, que ningún maestro ni oficial platero pudiese comprar plata labrada a gentes "que no fueran abonadas y que notoriamente se conozca la puedan vender", a menos que mediase licencia de la justicia. Castigábase la infracción con pérdida de la plata comprada y multa de cincuenta pesos de oro y, además, con "doscientos azotes por las calles acostumbradas" a los oficiales contraventores.

En 21 de julio de 1645, se nombra "Contraste" a Lorenzo de Agurto, maestro platero y orífice.

En 1652, el Cabildo nombró como veedores y examinadores a dos oficiales de cada uno de los siguientes gremios: barberos, carpinteros, herreros, herradores, sastres, zapateros, plateros, orífices y silleros. Estos veedores, con el ejecutor y el procurador de ciudad, debían tomar examen a todos los oficiales; hecho esto, el concejo les daría los respectivos títulos.

Como examinadores plateros se nombró a los "maestros" Andrés Leiba y Alonso Núñez Galiano; y para el gremio de orífices, a Jerónimo Ruiz y Lorenzo Agurto.

Para las fiestas de Corpus Christi de 1692, los altares estuvieron a cargo de los mercaderes, plateros y carpinteros (3).

La platería figura entre los lujos de la Colonia y el oficio comienza a tener importancia. Así, en 1737 los trabajadores de la plata se muestran celosos de las prerrogativas que creen inherentes a su metálico oficio. El 17 de septiembre del año citado, ya hay otorgamiento de poderes "para la defensa de los fueros del arte liberal de la platería así en labrar la plata como el oro".

En el año 1763, había en Chile los siguientes plateros: Jacinto Flores, José Pinto, Manuel Cruz, Domingo Barrera, Antonio Cruz, Miguel Fuentes, Rafael Segura, Mariano y Agustino Tapia, Ignacio Araya, José Reyes, Anastasio Amarante, Pedro Díaz, Juan Jáuregui, Antonio Banda, Santiago Fuenzalida, Romualdo Arenas, Juan Concha, José Pozo, Miguel Astorga, José Guerrero, Francisco Larrea, Tomás Pizarro y José Toro.

Como todos los gremios coloniales, los plateros tuvieron su Patrono. Fue San Eloy y bajo su protección celestial se fundaron en América innumerables cofradías y en Santiago de Chile se establecieron a su amparo, en las principales calles, muy cerca uno de otro.

El jesuita Alonso de Ovalle (1601-1651) y el Abate Juan Ignacio Molina (1740-1829), hacen en sus obras referencias al uso de la plata en Chile. El primero, se admira a su vuelta a la capital del Reino, de los numerosos plateros que se han establecido en el centro de la ciudad; y el segundo, se refiere a que "no sólo los cubiertos son de plata en las casas acomodadas sino los demás utensilios y hasta los vasos para usos comunes".

La importancia de los plateros, corno la obra que realizaban, se puede derivar por algunos artículos de una Ordenanza para el gremio, hecha por el Cabildo da Santiago, y aprobada por el Gobierno, en 1802 y que se presentan en apretada síntesis.

1º Creación del cargo de Juez Protector del gremio de plateros, cuya misión sería la de velar por él y conocer, privativamente, de todos los negocios que ocurrieran entre sus individuos. Se recomendaba nombrar para este cargo a uno de los alcaldes.

2º Cierre de todas las tiendas de plateros, cuyos dueños no tuviesen títulos; los maestros examinados continuarían abriéndolas, pero debían obtener licencia del juez.

4º Requisitos y formalidades de los exámenes, cuya comisión la formaba el maestro mayor y dos artífices nombrados por el juez. El examen consistía en la fabricación de un objeto de metal, que debía hacerse en el taller del maestro mayor. Aprobados los candidatos, y de acuerdo con el artículo siguiente, debían matricularse. según el caso, ya en el libro de los maestros o en el de los oficiales. La copia autorizada de la matrícula servía de título.

6º Libro de registro de los nombres de los aprendices.

7º Se fija entre cuatro y ocho años la duración del aprendizaje.

8º Dispone que durante todo el tiempo establecido, el maestro debía enseñar al aprendiz, no sólo el oficio, sino también la doctrina cristiana, la escritura, el dibujo y otros ramos. Además, quedaba obligado el maestro a vestirlo, alimentarlo y darle cama. Podía también castigarlo por las faltas que cometiera, "pero de modo que lo sería un hijo, sin usar jamás del afrentoso azote".

9º Terminado el período del aprendizaje, el pupilo rendía examen. Si tenía éxito, pasaba a ser oficial. En caso contrario, volvía al taller del maestro: pero entonces con goce de jornal, pues el fracaso imputábase al maestro.

10º Los aprendices, salvo causas justificadas, no podían abandonar el taller del maestro.

13º Facultaba al juez protector para hacer entrar en aprendizaje a los niños huérfanos, vagos o abandonados.

14º Exigía a los maestros el conocimiento del dibujo.

15º Obligación del que tuviera tienda de mantener, por lo menos dos oficiales y dos aprendices.

16º Todo individuo del gremio, debía observar buena conducta, bajo pena, lo contrario haciendo, de separación del oficio, decretada por el juez y dos oficiales honorables.

19º Establecía que, para abrir tienda, el interesado debía rendir fianza de quinientos pesos. para responder de quiebras o malos manejos.

20º Obligación de los maestros era marcar sus obras con un sello propio para así responsabilizarlos, en cualquier tiempo, por defectos en la hechura o en la ley del metal.

21º Las obras no podían entregarsé a sus dueños, sin que las viera y sellara el contraste funcionario capitular.

Estas disposiciones fueron cumplidas fielmente por el gremio, lo que se comprueba, en 1812, cuando se exceptuó expresamente a los plateros de unas medidas de restricción a ciertos abusos de artesanos.

Cronistas dirían, después, que el servicio de plata de las casas más grandes se pesaba por arrobas y quintales; como a la vez, era corriente asolear la plata en cueros.

Esto ya pertenecía a la platería de los hogares, donde existían las fuentes, los platos, mancerinas (4), cubiertos, porrones, jarros, teteras, azucareros, lecheras, verberas o yerbateros, palmatorias, candeleros, lavatorios y aguamaniles, salvillas, bacinicas, braseros y braseritos que se mantenían con carbones encendidos para los fumadores, espabiladores, cajas de rapé, de plata maciza, cofres para guardar joyas, hebillas, tarjeteros, estuches, anillos, pulseras, aros, sahumadores en forma de faisán o pavos reales, espejos con marco de plata, tinteros, crucifijos y pilas para agua bendita (5).

La plata labrada se mostraba sobre cajuelas de taracea y cofres incrustados de nácar, marfil y carey.

Donde los plateros se lucían, era trabajando los mates labrados, como igualmente las bombillas.

Las familias acomodadas, ostentaron maravillosos mates de plata, los famosos de tres y cuatro pies. En esos tiempos, era corriente que entre los regalos de boda figuraran un mate de plata y sus adminículos.

Una constancia de este boato en el hábito del mate, la ofrece John Byron (6), abuelo de Lord Byron, quien, de viaje por estas tierras, describió así el servicio del mate: "Hay la costumbre de tomar dos veces al día el té del Paraguay que, como ya he dicho, llaman mate: lo traen en una gran salvilla de plata, de la cual agregan la azúcar que quieren y un poco de jugo de naranja; en seguida, le echaron agua caliente, y lo beben por medio de una bombilla, que consiste en un largo tubo de plata, a cuyo extremo hay un colador redondo, que impide que pase la yerba".

Estas familias pudientes acostumbraban tener el agua caliente en una tetera de plata, que estaba en la pieza de la tertulia, descansando sobre el fuego de un gran brasero de plata colocado en una tarima de madera.

Para las grandes damas amazonas, se hicieron maravillosas estriberas de plata, en forma de zapatilla; cabezadas de plata y chapas, labradas, como también las tenía el hombre de a caballo o de campo, o como se usaban en los arreos de los coches y cocheros.

Respecto a los herreros y orfebres chilenos, no se puede dejar de citar el herraje o sea el conjunto de piezas de hierro o acero con que se guarnece algún artefacto. En Chile, se usa exclusivamente esta palabra para denotar el conjunto de piezas de plata con que guarnecen los huasos acomodados los arreos de sus cabalgaduras. Frenos de herraje, montura de herraje, son el freno y monturas adornados con aplicaciones o chapas de plata. De manos de estos herreros salían las llamadas espuelas chilenas.

Por lo general, las espuelas grandes se hacían de plata y las de mayor tamaño conocidas, pesan hasta tres kilos doscientos gramos, midiendo de largo treinta y un centímetros. Esta espuela está formada por el arco; la soga bajo empeine o travesaño; el pihuelo y la rodaja.

La espuela de plata constituye la admiración de todo huaso cacharpeado, palabra quichua muy usada en el pueblo, y que es, en buen romance, montar en caballo braceador, manijar espuela de plata, buen freno de herraje y faja de seda a la cintura, que combine con los colores de la manta o chamanto.

Huaso con espuela de plata, es una expresión clásica que define con esta prenda o detalle la prestancia del campesino.

La espuela chilena de plata, como el freno, hicieron escuela y siempre se recalca que hasta influyó un poco al gusto nacional en la elaboración de estas prendas.

Orfebrería

La platería en los templos, en el afán de honrar a Dios, proporcionó trabajo y desarrolló el gusto por las obras artísticas que llegaron a formar un tesoro.

Entre las órdenes religiosas, los jesuitas fueron los primeros en utilizar hornos de fundición, los que se establecieron en la Hacienda de Calera de Tango. El Padre Superior, Rvdo. Carlos Haymhausen, de nacionalidad bávara, pariente cercano de la Reina de Portugal. fue el principal sostén y apoyo de esta fundición y fue quien trajo treinta operarios, de diferentes nacionalidades, en calidad de coadjutores de la Orden, durante su viaje a Europa, en 1748. Estos operarios eran de mucha preparación en sus respectivos oficios, entre los cuales había dos hábiles plateros.

Verdaderas maravillas realizaron los plateros o artistas jesuitas, para el mundo católico, en Santiago, en especial los orfebres hermanos Jesús Juan Keller y Francisco Polland.

Laboraron el oro y la plata y en plata y oro realizaron verdaderas piezas artísticas religiosas, como cálices, copones, custodias, todos éstos, verdaderos tesoros.

La platería en los templos forma un capítulo importante en Chile y uno de los mayores impulsos lo recibe de los jesuitas que ejecutaron obras de calidad artística.

Muchas de estas piezas integran hoy la riqueza de la Iglesia Catedral de Santiago. Expulsados los jesuitas bajo el reinado de Carlos III, en 1767, los más valiosos objetos del culto de la Iglesia de la Compañía de Jesús en Santiago, fueron transferidos al Templo Metropolitano, los que son en la actualidad honra artística religiosa. Y entre estas piezas se encuentra la llamada Custodia de los Jesuitas. Toda de plata fina; su altura es de un metro; pesa más o menos quince kilos y ochocientos gramos. La parte central de esta Custodia ostenta, distribuidos, trescientos veinticinco diamantes de variados tamaños, alcanzando el total de todas las piedras preciosas, a quinientas; entre ellas hay diamantes, brillantes, esmeraldas, y rubíes; en la actualidad en el Altar de la Capilla del Santísimo Sacramento se luce un frontal en plata y una gran lámpara del mismo metal, frente a dicho Altar; y de oro es el llamado Cáliz de los Jesuitas, en el cual el orfebre, hermano Jesús Juan Keller tardó seis meses en dejar su genio en las escenas referentes a la Pasión de Cristo. La tradición cuenta que el autor de esta singular maravilla quedó ciego, porque trabajaba en su obra solamente de doce a una, con el total resplandor del sol. Cada escena de este Cáliz está cincelada con perfección suma; cada rostro expresa cabalmente el estado de ánimo.

La platería de las iglesias es valiosa en la capital y está compuesta de coronas, incensarios, atriles, frontales, lámparas votivas, candelabros, pedestales, patenas, limosneros, crucifijos; en el resto del país, está el Santuario de Andacollo. que cuenta presentes de plata, algunos de ayer y muchos de hoy; y en las capillas y oratorios de los campos chilenos; no faltan las viejas coronas de plata y patentes.

En el aspecto histórico-patriótico, hay que dejar establecido que mucha plata elaborada en piezas inigualables salió de los templos, de las iglesias, para ayudar a la gran causa de la libertad.

La guerra de la Independencia consumió para siempre numerosa platería que venía desde la Colonia y terminó con algunos plateros que decidieron cambiar el oficio por el de las armas y finalmente vinieron los desprendimientos de las grandes familias para ayudar a la formación de la nacionalidad; aportes que O’Higgins consideró hechos generosamente por la iglesia, particulares y pueblo.

En 1818, cuando O’Higgins acudió a la generosidad espontánea de la sociedad para consolidar la independencia patria, organizando la Expedición Libertadora del Perú, las familias acaudaladas, enviaban al Director Supremo una nota en que le decían:

"Nuestras fortunas sin reservas son de la patria. Dígnese V. E. admitir la oblación espontánea que le hacemos de cuantas especies de plata labrada existen en nuestro poder y la protesta con que aseguramos a la Patria y al Universo entero, que entre tanto que subsistan la guerra y las urgencias de Chile no se verá en nuestras casas una sola alhaja de plata".

Y O’Higgins, asombrado de tanta generosidad, exclamó: "Naciones del Universo, extranjeros que estáis en Chile, decidid si tal pueblo puede ser esclavo", lo que lo indujo a erigir una pirámide en Santiago que recordara este hecho a las futuras generaciones. Ella ostentó la siguiente leyenda: "El 5 de marzo de 1818 se despojó solemnemente el pueblo de Santiago de todas sus alhajas y útiles de plata, protestando no adquirir otros mientras la Patria se hallare en peligro.

Para la Iglesia, también se ha desprendido la sociedad chilena de sus joyas. No dejó de ser generosa la sociedad cuando el Obispo don Ramón Angel Jara proyectó instalar una estatua de la Virgen en el Monte Carmelo, visible desde el Mediterráneo.

Para la coronación de la Virgen, en 1929, en la Capital, se vio un espectáculo semejante. Las familias se despojaron de sus joyas a fin de honrar a la Virgen del Carmen. Las piedras preciosas, las joyas, acudieron en cantidad y con ellas se hizo la corona que lleva la Virgen en la procesión del 16 de julio.

Herrería

El martilleo en las herrerías, el resoplar de los fuelles en las fraguas, tiene que haber comenzado con las necesidades de herraje del caballo del conquistador y con los instrumentos de defensa, armamentos militares.

En lo que se refiere al oficio de herrero, la primera fragua establecida en Santiago fue de propiedad de don Pedro de Herrera, soldado de la conquista que formaba parte de la partida de Pedro de Aguirre. Esta fragua, además de espadas, fabricaba instrumentos para la minería.

El oficio de herrero está junto a los otros oficios que nacieron a la par que la fundación de Santiago; figura al lado del de carpintero, panadero, zapatero y platero.

Las herrerías empiezan a cumplir una misión más urgente, conforme al desarrollo pecuario. En el mes de enero de 1603, el Cabildo admitió las marcas de hierro destinadas a distinguir a los animales; entre estas marcas, se hallaba la perteneciente a doña Agueda de Flores, para su rebaño de ganado menor. En el mes de diciembre, se asentó en el libro la marca del cirujano Francisco López, para señalar sus animales.

El hierro como adorno arquitectónico, viene de las "ferrerías de Vizcaya". Las iglesias ostentan en ventanas y ventanucos rejas erizadas de dibujos; aldabones, cerrojos, boca-llaves, rodelas, chatones, cancelas; y las casas, rejas bajas para los zaguanes, llamadores de grandes proporciones; escudos nobiliarios, emblemas, argollones, mascarones, monstruos y adornos en arquetas y baúles.

Proteger las ventanas con salientes rejas de hierro de Vizcaya, era signo de elegancia. Las más antiguas y primitivas rejas eran todas de hierro trabado. En el siglo XVIII, se usaron dibujos más fáciles. Eran comunes los monogramas en el centro y la S o C como motivo de unión entre los barrotes de fierro.

Cuando dejaron de llegar las rejas de Vizcaya y los forjadores chilenos maestros, oficiales y aprendices las realizaron aquí, conforme a las necesidades del aumento de las construcciones, éstas últimas fueron también muy bellas. Se labro el hierro hasta obtener con sus retorcimientos dibujos de singular valía para ventanas, puertas, tragaluces, mirillas, barandillas de escaleras, etc.

A estos herreros se deben faroles, cerrojos, candados, veletas, espuelas de hierro calado, asadores para carne, clavos para puertas, parrillas, argollas para los estribos de madera con adorno de abotonado, herraduras, bisagras, aldabones y pestillos. (7).

Un bello exponente de reja, es el que está destacado en el Cerro Santa Lucía de Santiago y es la que da acceso a la escalera de la terraza del Museo de Arte Popular.(*)

Esta reja ornamental fue destinada a un edificio público y trabajada en el país, en tiempos del Presidente del Pino (1799-1801), tal como lo atestigua la siguiente inscripción que se lee en ella: "Reinando nuestro señor don Carlos IV y gobernando este reino el muy ilustre señor Joaquín del Pino. A impulso de su celo se terminó esta reja en el año 1801".

Pero, donde se lucieron los forjadores y los herreros, fue en todo lo que necesitaba la caballería huasa.

Por ejemplo, los rebenques, los zurriagos de hierro forrados en cuero o envueltos en trenzados de tientos y que están provistos en la parte superior de una argoIla, de la que pende un tiento para llevarlo. El largo de éstos es de unos sesenta centímetros, comprendiendo argolla, cabeza, cabo, paleta y lonja. Entre las argollas, están las para peguales, especie de cincha con una argolla metálica que sirve para amarrar el lazo. Y vienen las espuelas, entre las que hay que destacar, las de hierro; las espuelas chicas para carretoneros; la espuela derecha, que se usó con frecuencia en los campos del centro de Chile, provincia de Colchagua; otro tipo que predominó en otra época fue el llamado pico de gorrión, denominado así por su forma; y las espuelas de rodajas grandes, espuelas de huaso. Estas espuelas, tienen los brazos que sostienen la rodaja, ligeramente encorvados hacia abajo y más cuidadosamente adornada con horadaciones de contornos circulares y otros en forma de cruz. Las hay también de horquetas, con incrustaciones de metal blanco que forman pequeños rectángulos.

Existe, a la vez, la espuela de hierro, demasquinado con plata, es decir, ataujía o embutido de metales finos sobre hierro. Hay otras espuelas, como todas trabajadas a lima, que son un encaje de acero y de plata en las que no falta el taraceo cicatricial o el taraceo de punzón.

La espuela de gran rodaja, templada y sonora, es conocida por todos bajo el nombre de nazarena, por la semejanza que guardan las agudas y largas púas de la rodaja con las espinas de la corona de Jesús Nazareno. Esta espuela de largas puntas ha sido también llamada llorona, sin duda por el sonido acompasado que produce al andar de su dueño. Algunos aseguran que ese nombre viene de que hace llorar sangre al animal, lo que nunca hará un huaso que sabe calzar espuelas; y otros porque suenan como si lloraran al arrastrar.

¿Dónde estuvo la escuela de estos herreros chilenos? Bastaría recordar que la espuela de gran rueda fue introducida en Hispanoamérica por los conquistadores, extendiéndose, poco a poco, desde México al extremo sur de nuestro continente, usándose sobre todo en el Perú, Chile, Paraguay, Salta, Mendoza y Córdoba.

En esta parte del Nuevo Continente, durante el primer período colonial, el indio usaba como espuela una simple punza hecha generalmente con la horqueta de una rama; otros llevaban, a estilo moro, un acicate.

Poco a poco fue entrando el estilo europeo, con las variantes (8) y adornos que las necesidades y el gusto local le fueron imprimiendo. En Chile hay que reconocer que la espuela grande y de espigas separadas fue lentamente juntándose por obra de los espueleros, convirtiéndose en una estrella, en una roseta musical, a la vez que se hizo menos maltratadora; porque, así, esta parte del equipo de montar sólo sirve para aviso, estimulo, incitativo del animal.

Para que la roseta sea sonora, tintiniante, el espuelero criollo la somete a un temple, proceso delicado y trabajo que tiene su maña, que no es el mismo que da al resto del metal el punto justo de dureza o elasticidad a fuerza de caldas y de enfriamientos.

Para ver la espuela, Chillán, donde en los puestos de los talabarteros se ofrecen de variadas formas y enchapados. Son numerosos los talleres de herreros de la región. Entre los maestros de Ñuble aparecen los nombres de Juan Echeverría y Ramón Santana.

De gran estirpe fueron los frenos para la caballería, que desde el conquistador al huaso, encierra una tradición de jinete y recado.

Hoy, los buenos frenos hay que buscarlos en Curicó; los plateados en Malloco; y los más prestigiados, en Peñaflor. Estos frenos, en otra época eran hechos a mano y su fabricación era lenta y prolija. El crédito que alcanzaban fuera y dentro del país, no desdecía de su mérito.

El freno chileno de coscojas y con punteras es conocido y reconocido. La coscoja, es una chapa de hierro arrollada en forma de canuto, en los travesaños de bocados y de hebillas, que facilita el juego del correaje.

Pero el arquetipo de freno, fue el llamado de Peñaflor, muy usado no solamente en Chile, sino también en la región de Cuyo.

Un romance popular decía:

En Peña Flor, ese punto,
un caballero de fama,
artesano en la herrería
entendido en la mecánica,
es conocido por su arte,
que el extranjero no iguala.
Es de haberes moderado
don Secundino es su gracia,
Triviños su apelativo...

 

De la familia Triviños, campesinos y obreros avecindados en Peñaflor, salió Miguel Jerónimo Triviños, herrero y frenero, hijo de don Secundino.

Peñaflor vio nacer a este frenero de prodigiosas manos y que andando el tiempo, habría de participar en la Exposición de Artes e Industrias Nacionales, organizada por Benjamín Vicuña Mackenna.

Como se dice, el artesano Miguel Jerónimo Triviños figuró en el primer torneo del trabajo nacional con una muestra de frenos y maravilló a todo el mundo con su artesanía. Se sabe que llevaron un par de frenos a Inglaterra para imitarlos; pero pronto se convencieron de que todo el mecanismo inglés se confesó vencido ante la lima del chileno.

Estos frenos fueron famosos en aquellos años e hicieron escuela, la Escuela de Peñaflor. Poseer un freno de Peñaflor, era tener un tesoro, una prenda de ostentación.

Miguel Jerónimo Triviños se hizo un día delincuente de ocasión; mató en Santiago a un comerciante español de apellido Carrillo. Fue un crimen absurdo. Cogido a los pocos pasos, se le siguió un rápido proceso que dio por resultado una sentencia de muerte. Hubo sin distinción de clases, un movimiento general a favor del reo. Invocaron el indulto distinguidas personalidades, entre ellas Benjamín Vicuña Mackenna, doña Victoria Prieto de Larraín, marinos de alto grado y monjas. Hasta el romancero se enriqueció con cantares y a la vez se hizo valer, como atenuante del caso, que era genuino heredero del secreto de los renombrados frenos de Peñaflor.

Sin embargo el Presidente de la República, don Aníbal Pinto (1876-1881), dijo, más o menos, estas palabras: "La Colonia española, que no tiene representación diplomática en el país a causa de la última guerra, ha sido alevosamente herida en uno de sus individuos; creo que los sentimientos de humanidad no pueden sobreponerse en este caso a la conveniencia pública de dar satisfacción a esa colectividad, y soy de parecer que el indulto debe denegarse".

Así murió este gran frenero de Peñaflor, espejo de artesanos chilenos cuya laboriosa habilidad es a menudo recordada.

Hojalatería

Este era el pregón del hojalatero en el anochecer colonial:

"¡El hojalatero!
¡Bacinicas de hojalata
muy baratas!".

Era la hora oportuna para vender este artículo. Al anochecer, se deben de haber prendido los faroles de la calesa; el farol de los serenos, policías civiles que controlaban el sueño de los habitantes; el farol de las casas, única luminaria pública, callejera; y el farol que ilumina el paso del viático para algún moribundo.

El hojalatero se hizo un personaje típico que recorrió las calles por muchos años, acompañado de un caldero —cocinilla tubular—, un cautín, soldadura, soda cáustica, ácido muriático, y trozos de cinc.

Al grito, al pregón de "¡Hojalatero!", aparecían las dueñas de casa para hacer soldar, tapar los portillos de cuanto tiesto roto había; y ahí, al lado afuera de la puerta en la solera de la vereda, se sentaba a trabajar.

Este era el hojalatero ambulante. También había el otro, cuyos procedimientos de trabajo eran esencialmente manuales, pues hacía piezas de hojalata:como cafeteras, embudos, coladores, regaderas, cántaros, espumadores.

Vinieron los tiempos de trabajos de hojalata en mayor magnitud y la hojalatería mecánica abrió sus negocios y hubo muchas casas que ostentaron el letrero comercial de HOJALATERÍA, y aquí se acanalaba con máquinas, se hacían calderos para las llamadas cocinas económicas; las chimeneas con su gracioso sombrerete o caperuza, las canales y bajadas de aguas lluvias y las veletas en forma de gallo con la cola desplegada.

Con esto, el hojalatero ambulante se distanció del centro de las ciudades, buscando las barriadas, aunque su muerte definitiva aun no se ha decretado.

En el invierno, su oficio cambia un poco, se convierte en arreglador de paraguas, solda varillas; es ésta una forma de defenderse económicamente.

En los mercados se ven algunos puestos que venden artículos de hojalata, destacándose entre éstos numerosas piezas confeccionadas de envases usados, como latas de parafina y de conservas; de las primeras, se hacen cocinillas y de los segundos, vasos, medidas, juguetes.

Y siguen las piezas, como parrillas para tostar, ralladores, bombillas, jardineras para ser colocadas en las tumbas de los cementerios.

Asimismo, como trabajo artístico se podrían denominar unas cajas que se hacen a base de tiras de lata que se entrecruzan a la manera del petate, y éstas se dejan con el brillo natural de la hojalata o se pintan.

En las cárceles del país, los reos aprovechan los envases y hacen juguetes, especialmente locomotoras, uniendo envases de conservas; otras veces, a los tarros de tipo cilíndrico, respetando la pestaña, se le van haciendo cortes verticales espaciados en toda la circunferencia; luego se presiona hacia abajo y toma la gracia de una cesta redonda, a la que, por lo común, se le da una mano de pintura.

Hay, a la vez, una juguetería de hojalata con cierto abolengo artístico, pero está en el campo de la pequeña industria, está distante de aquel encanto ingenuo de la lata en el farol de los vendedores ambulantes nocturnos o del farol de la carretela o carreta que entra a Santiago desde el anochecer al amanecer, trayendo a los mercados o vegas, desde los campos cercanos, frutas y verduras.

 

Nota.-

* El Museo de Arte Popular Americano, hoy se llama Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago, ubicado en Compañía 2691.

En este lugar se encuentra el Centro de Eventos Castillo Hidalgo dado en concesión por la Municipalidad de Santiago en año 1996, inaugurándose como tal el año 1997.

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  (1). El movimiento insurreccional encuentra una industria extractiva del cobre poco desarrollada y la mina de mayor importancia, Tamaya, sólo ofrece al mercado los cobres de elevada ley, desechando como tierra inútil los que tienen ley inferior al 20%.

A poco de formarse la República, el capital inglés muestra su especial interés por la minería del cobre y se crean las primeras compañías inglesas para explotar estos recursos naturales. El cobre chileno se abre un amplio y magnífico mercado en Inglaterra.

El decenio 1860-1870, muestra a Chile ubicado en un puesto de privilegio entre los productores de cobre del mundo.

El capital inglés pierde el interés por explotar los yacimientos nacionales, que aunque extensos, son generalmente de baja ley.

Vienen, luego, inversiones realizadas por el capital norteamericano en la explotación de tres grandes minas: El Teniente, Potrerillos y Chuquicamata. En vísperas de la segunda guerra mundial, Chile se coloca en el tercer puesto entre los productores del mundo.

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(2) Una de las serias colecciones sobre platería mapuche, fue la que organizó el señor Pedro

Doyharcabal, reunida en Cholchol, durante treinta años de vinculaciones diarias con los indígenas. Las piezas tienen el valor de su antigüedad, que muchas llegan a ser únicas, como la cantidad y la selección.

Esta colección fue considerada como la más completa de objetos indígenas constituida en el país y muchas instituciones científicas extranjeras, sabedoras de su valor, se interesaron por adquirirla, pero pasó a integrar el acervo del Museo de Arte Popular Americano de la Universidad de Chile.

Entre otras de las personas respetadas como coleccionistas y realizadoras de exposiciones mapuches, figura en Chile doña Elena Montero Riveros vda. de Leiva, quien ha presentado importantes exhibiciones de lo indígena, no sólo en España, con motivo de la Exposición de Sevilla, sino en París, habiendo obsequiado una gran colección de chilenidad al Museo del Trocadero, que estaba por esa época sin mostrar nada de Chile. A ella también se debe la Orientación de muchas colecciones de arte folklórico que han salido con destino a los Estados Unidos de Norteamérica, ya para Museos o coleccionistas particulares. Al celo de esta dama se debió hace años, la instauración de exposiciones de lo indígena y de lo popular en los hoteles de lujo del país, lo que sirvió para despertar la apreciación y exaltar la valorización de los ciclos culturales chilenos.

Con seriedad y honradez coleccionó en estos últimos años una gran cantidad de piezas mapuches de plata.

Colecciones museales. Conservan interesantes colecciones de platería araucana los siguientes museos: Museo Histórico Nacional, Museo de Historia Natural, Museo de Arte Popular Americano de la Universidad de Chile (Santiago, Chile); Museo Araucano (Temuco, Chile) y Museo Arqueológico ( La Serena (Chile)

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(3) La riqueza argentífera de Chile. A mediados del siglo XVII se descubrieron en las cercanías de

  Mendoza algunas minas de plata. La pobreza de esos yacimientos fue tal, que a pesar de la ayuda de la Capitanía General, la producción se mantiene a niveles reducidos. Y es sólo con el descubrimiento de las minas de San Pedro Nolasco. en 1692, que la explotación de la plata adquiere importancia en Chile. El siglo XVIII presenta un cuadro de constante aumento de la producción de la plata. El enorme aumento de la producción, en los primeros sesenta años del siglo XIX, es producto de felices y fortuitos descubrimientos, tales como Arqueros y Agua Amarga, en los primeros años de la República y el famoso mineral de Chañarcillo, que por su potentosa riqueza, sólo admite parangón con Potosí, Cerro de Pasco y Huantajaya.

A partir de 1870 la baja del precio de la plata y el abandono de ella como padrón monetario realizado por la llamada Unión Latina y Alemana, provocó una crisis definitiva. Desde aquella fecha, la minería del metal blanco pierde rápidamente su importancia siendo suplantada por el cobre y el salitre.

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(4) Las mancerinas, estaban destinadas al chocolate y consistían en una especie de canastillo de plata, adherido al platillo donde se colocaba la jícara.

El nombre de mancerina se debió a su inventor el Excmo. Señor don Pedro de Toledo y Leiva, Marqués de Mancera, Virrey del Perú, (1629-1648).

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(5) El Museo Histórico Nacional, exhibe objetos de plata del tiempo de la Colonia. No faltan los rosarios, denarios, relicarios, hebillas, tarjeteros, estuches para anteojos, galleteros, palmatorias, candeleros, anteojeras de caballos, estriberas, anillos, pulseras, aros para las imágenes sagradas, custodias, braseros, incensarios.

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(6). Un naufragio dejó en estas costas al joven marino. De la Patagonia, pasó a Valparaíso y luego a

Santiago, en donde residió hasta 1745. año en que se dirigió a Londres. Después escribió el libro de sus Relatos, en el que consigna varias impresiones de su estancia en Chile.

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(7). Distintos aspectos de estas realizaciones en hierro, se pueden admirar en el Museo Histórico

Nacional, donde existe una variedad de rejas que proceden de iglesias y edificios de la colonia.

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(8) Es sabido que la espuela comenzó a usarse en el Viejo Continente, en las postrimerías de la Edad Media. Los romanos, en tiempos de los Césares, usaban una espuela de hierro en forma de clavo, y en los dos extremos del arco que rodeaba el talón, unos simples anillos para pasar la correa, que se sujetaba al pie. La espuela de ruedecilla como hoy la llaman data del siglo XIII y es de origen británico. Las primeras eran de cinco puntas, que simbolizan la estrella heráldica

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BIBLIOGRAFIA

 

 

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