Juegos y diversiones de los chilenos

Fiestas criollas, Deportivo-Sociales

 

Como es sabido, con don Pedro de Valdivia y sus soldados llegaron 75 caballos entre potros y yeguas, para los cuales luego se habilitaron sitios para su cuidado y cría, que en España se llamaban dehesas.

En esos tiempos los caballos valían tanto como un soldado. Un caballo dos mil pesos y un soldado de a pie podía conseguirse por la mitad de ese valor.

En los alrededores del Santiago del Nuevo Extremo, Valdivia hizo construir un gran cercado donde colocó a los potros bajo cuidadores, pagados por ciudad. Criar potros por esos años era una espléndida recomendación para solicitar cualquier merced ante el Rey. Y es curioso anotar que de estos cercados para potros se derivó después el nombre de potreros, de ciertos sitios de nuestros campos.

Así las cosas, en 1545 ya se encuentran disposiciones y multas para los propietarios que dejen pastar libremente a los animales, o para los que tomen caballos o yeguas ajenos. Por ese año, se contaba con un número de cincuenta yeguas.

Como el aumento del ganado caballar fuera notorio, se usaron las marcas de fuego, las que se registraban en un libro del Cabildo.

En 1553, ya hay necesidad de establecer penas y se dictó una bárbara, como era la de cortar la mano al indio que apedrearse o flechase a una yegua, medida atroz que sólo se comprende en vista del enorme valor de los caballos.

En el mes de abril de aquel mismo año, el Cabildo otorgó un permiso al capitán Gaspar de Orense, para rifar públicamente un potro, una yegua, un macho y una mula, en la suma de tres mil pesos.

En octubre de 1556, el Cabildo dispuso que el día de San Andrés se hiciese un rodeo en la plaza pública, para contar los animales y examinar las marcas.

Después, los caballos llenaron la vida deportiva junto a los toros. Las carreras de a caballo con apuestas, constituían las delicias de los españoles.

A fines del siglo XVIII, el licenciado González de Marmolejo establece en Quillota y Melipilla las primeras crianzas caballares del país. Por lo tanto, el caballo chileno es de origen mitad morisco y mitad andaluz; pero, indudablemente, se ha modificado por las costumbres de los jinetes nacionales.

El caballo chileno es de andar elegante y levantado, apropiado para lucir jinetes en los días de fiestas.

Este caballo descendiente de los esforzados andaluces que trajeron los conquistadores, se incorpora a la vida del país como motor de varias actividades nacionales no dejando nunca mal a su jinete, ya en la fiesta campera o en la guerra.

La caballería fue decisiva en el proceso de nuestra Independencia. Los caballos en el ejército chileno han hecho recorridos inmensos y los soldados han sabido agradecer su valor. Se cuenta que el comandante don Roberto Souper tenía un caballo llamado "Pedro José", con el cual peleó en el asalto del Morro, en cuyo sitio el comandante fue herido y de muerte. El comandante, que quería mucho a su caballo, días antes de morir lo hizo llevar hasta su lecho, lo acarició y se despidió de él, como quien lo hace de un amigo querido. Con voz conmovida, le dijo: "Pedro José", aquí tienes a tu amo que va camino de la muerte por un solo balazo; tú, con cinco, estás tan fresco…".

El huaso, hijo predilecto del campo chileno, se agiganta montado en su caballo y en la mayoría de sus fiestas, participa este animal, animándolas heroicamente. El caballo se complementa con nuestro campesino en faenas y fiestas deportivo-criollas como el rodeo, topeaduras, domaduras, la trilla a yeguas y las carreras en pelo.

Como el huaso y el caballo son igual que un monumento en el paisaje chileno complementamos este capítulo con una pieza de su arreo, el lazo, tira de cuero que constituye su arma, más algunos entretenimientos como la caza del cóndor, la riña de gallos, el gallo descabezado y la caza de la vicuña.

 

EL RODEO.— El ganado que va ser corrido se encierra en corrales cercanos y es llevado a una pista circular, la que tiene una parte llamada "medialuna", cuyos cercos están hechos con madera y ramas de espino, "quinchas". Portones toscos permiten la entrada y salida del animal que va a correrse: por lo general, novillaje. Los jinetes corren a pares, no siendo raro que vaya el patrón y su capataz o mozo, que se encarga de auxiliarlo o lucirlo en los momentos culminantes. Un arreador con grito estridente provoca la carrera del vacuno que busca salida en el semicírculo, mientras el jinete le procura alcanzar o detener en un punto determinado, señalado con una bandera. Esta acción tiene el siguiente desarrollo:

Los jinetes, picando espuelas, cargan sobre un novillo apretándolo en una especie de tenaza formada por las dos cabalgaduras; así lo sacan casi en vilo hacía el lado izquierdo de la "medialuna". El animal trata de escabullirse; pero los huasos son listos. Hay dos banderolas chilenas que marcan el sitio (a la izquierda y a la derecha) en que esta carrera debe cesar con la "atajada" del animal por el jinete y su cabalgadura. Es un instante sensacional, éste lo estrecha contra la "quincha" y lo empuja hacia el jinete que va al otro lado, produciéndose la "atajada maestra".

Contribuyen al brillo de este torneo los caballos corridos por sus dueños, que defienden los pendones de la hacienda o fundo al cual pertenecen. Estos animalitos, rapidísimos, nerviosos, elegantes, asombran por la impresión de coraje que ofrecen y por la agilidad con que dóciles a la mano que los guía, acometen y entablan lucha contra el vacuno, que parece fuera capaz de aplastarlo. Lo dominan y retornan, movimiento graciosamente sus patas, al sitio en que los corredores, alineados militarmente, esperan con espíritu deportivo el fallo del jurado.

Ramadas cercanas reúnen a los patrones dueños de fundos, vecinos, amigos o invitados.

El colorido del paisaje, las mantas vistosas, los arreos pintorescos hacen de esta justa la fiesta más pura de los campos chilenos.

 

TOPEADURAS.— En los meses de verano son frecuentes las topeaduras, prueba que se realiza sobre una vara permitiendo a los jinetes probar la destreza y fuerza de los caballos, para determinar cuál empuja más al otro, a fin de hacerlo salir de la vara, que es un madero en donde apoyan los pechos los caballos que topean.

La vara topeadora, es un palo, generalmente, de eucalipto, de 6 a 10 varas, grueso, liso, cilíndrico, que se coloca muy firme sobre horcones o postes, a la altura del pecho del caballo; sirve para topear, o sea ensayar la fuerza de los animales, echándose el uno sobre el otro, deslizándose de pecho al ras de la vara.

Se "Tuercen" apuestas en dinero y se celebra el triunfo con abundante vino o chicha.

 

DOMADURAS.— En una "medialuna" o simplemente en un terreno plano y espacioso, van apareciendo los domadores montados en pelo sobre caballos chúcaros. El caballo lleva un pretal, del que se sujetan los jinetes, como igualmente de las crines. Los corcovos, los relinchos y las patadas al aire, al clavarles las espuelas amansadoras, se repiten con profusión y el domador tendrá que resistir sobre el lomo o caer o vencer al caballo, hasta que amainado en su furia se deja guiar, mientras el amansador es aplaudido por la peonada o concurrencia.

 

LA TRILLA Y YEGUAS.— La trilla constituye una fiesta que reúne a patrones y obreros. Piños de yeguas amaestradas pisotean las gavillas de trigo, siendo arreadas por jinetes que las hacen correr en círculo.

Es el gran torneo que gira alrededor de una parva, rodeada por un cerco, y ahí los huasos lucen sus mejores caballos y sus más vistosas mantas. Todos se juegan la vida junto al montón de trigo. La carrera es vertiginosa tras las bestias que corren, giran y regirán al grito de ¡"Ah, yegua…! ¡Ah, yegua…!"

Quince, veinte yeguas son colocadas en la era, y dos mocetones diestros y bien montados las hacen dar vueltas alrededor, a los gritos de "¡Ah, yegua…! ¡Ah, yegua…!"

¡A la vuelta, yeguaaa…!" mientras las yeguas y los caballos corren pisando las gavillas y desgranando el trigo.

La trilla tiene como complemento al arpa y la guitarra. Se bailan cuecas, se oyen canciones chilenas, se toman buenos mostos, los de la última cosecha, o se comen corderos, y las gallinas y los pollos "pagan el pato".

 

CARRERAS EN PELO.— Las carreras en pelo o a la chilena que tienen por cancha un camino real, o una alameda, son las que entusiasman más a nuestros campesinos. No hay qué describir el júbilo de una de estas justas en que el jinete sin montura, sin espuelas ni brindas, agarrándose solamente de las crines, llega a la meta.

Cuando hay carreras, cualquiera que sea la distancia, nadie ese día queda en "las casas". Las mujeres, llevadas al anca, presenciarán como en una tribuna criolla esta fiesta de pura alma nacional.

La carrera a la chilena, no es un juego de azar, aunque es absolutamente secundario; la carrera se hace por la carrera misma, por el triunfo del animal y por el placer que experimenta su dueño.

Los asistentes, los concurrentes, algunas veces se exaltan y se forman "boches" y se agitan los rebenques. El fallo está dado, el Juez de la carrera, el Comisario, dio su "sentencia".

 

EL LAZO.— El lazo empleado por el huaso no defiere mucho del que usaron los indios araucanos. El huaso lo maneja con destreza, sea para coger el ganado o rescatar animales o salvar mil obstáculos.

Entre los lazos que se usan y que se usaban, está el lazo trenzado de cuero. Este lazo es hecho con una tira de cuero de buey sobado a mano, pero sin curtir. Hay otros, de cuatro tiras separadas que se trenzan y forman una pieza compacta.

Uno de los extremos del lazo es conocido por lazada y el otro por pegual.

El lazo puede tener diez metros de largo y ser del grosor del dedo meñique. El lazo enrollado se lleva amarrado a la silla.

Por medio de este arreo, el huaso sujeta a quince pasos un toro o un caballo a todo correr.

Este arreo lo usaron también los huasos para tomar prisioneros en la guerra. En la batalla de Maipú se reunieron los huasos de las vecindades de Quillota, Rancagua y Aconcagua y contribuyeron al triunfo con sus lazos. Echaron el lazo a no pocos oficiales españoles. Después, junto al coronel don Ramón Freire, en una carga contra la artillería realista, enlazaron piezas de campaña y las arrastraron.

 

CAZA DEL CONDOR.— Se hacía un envarado circular pequeño, de unos dos metros, recubierto con ramas, y en un lugar tenía una puerta misteriosa.

Colocaban en el centro de esta cerca, un caballo o un burro muertos.

Al olor y ante tan espléndidas piezas, los cóndores comenzaban a bajar, primeramente tímidos, desconfiados y luego se posaban sobre las carroñas cinco, seis, ocho.

Los campesinos los dejaban que se saciaran, que se hartaran hasta ponerse pesados.

Era entonces cuando aparecían ellos hasta en grupo de diez. Unos entraban por la puerta "bruja" y armados de garrotes y cuchillos comenzaban el ataque.

El cóndor, repleto, necesitando espacio para elevarse, se encontraba acorralado y moría víctima del garrote, pero no sin antes defenderse.

Los que lograban elevarse volando, eran cazados a lazo por los campesinos que se habían apostado fuera de la empalizada.

Esta cacería se hacía y se hace dado a los enormes perjuicios que causa el cóndor entre el ganado menor.

 

RIÑA DE GALLOS.— Los griegos eran apasionados por ella, lo mismo que los romanos.

Se cuenta que Augusto, lo mismo que Antonio, eran muy aficionados a la riña de gallos. Y se dice también que los gallos de Augusto salían siempre victoriosos en la pelea.

Los griegos obligaban a los niños a asistir a la riña, a presenciar el espectáculo. Con eso se perseguía educar a la infancia en el coraje y en el valor. Se les mostraba, se les hacía ver cómo se podía y se debía pelear hasta el último momento.

Los "galleros" en los reñideros, preparan el peso del gallo, los "afirman", los prueban en la resistencia y son entendidos en heridas o golpes, por estar éstos clasificados.

Entre nosotros, este espectáculo tan criollo, está prohibido, pero no por eso dejan de haber de vez en cuando riñas.

 

GALLO DESCABEZADO.— En este juego debía cortársele con un sable la cabeza a un gallo. Para esto se enterraba al gallo en un hoyo dejándole tan solo el cogote afuera. Después se elegía a un hombre del rodel, de los que formaban el círculo, y se le vendaba la vista, luego se le daba un par de vueltas para despistarlo, "marearlo", y comenzaba la acción de hacerle volar al ave la cabeza de un sablazo. Había algunos que sin "tanteos", al primer sablazo lo descabezaban. Otros los practicaban con palos en vez de sable y la acción se volvía fuerte, "bestialmente divertida".

En este juego del "descabezamiento del gallo" había premios en dinero para quien lo descabezara.

 

CAZA DE LA VICUÑA.— En las haciendas ubicadas al pie de los Andes, constituyó, en otros tiempos, una fiesta deportiva de gran agilidad, la caza de la vicuña. En el invierno, cuando los fríos y la nieve se dejan caer, las vicuñas abandonan sus madrigueras de las montañas y es entonces cuando las gentes de las haciendas se reúnen y forman cordón alrededor de la quebrada en que los animales han sido vistos. Este cordón lo van estrechando, hasta dejarlas sin salida. Cuando han logrado esto, los cazadores matan muchas con armas de fuego, otras son cazadas vivas. Los animales, desesperados, arremeten buscando una salida y atropellan el cerco humano que los resiste.

 

Juegos, ejercicios y armas araucanos - Juegos en la época colonial y primeros días republicanos - Fiestas criollas, deportivas y sociales - Bibliografía


© SISIB - Universidad de Chile y Karen P. Müller Turina