Origen y folclor de los juegos en Chile
Corre el anillo

Juego de prenda
(Pág. 317-324)

 

Varios niños, sentados o de pie, con las manos semi abiertas, se cuidan de que uno de los participantes, el que lleva entre ambas manos juntas un anillo, se lo deposite en las suyas a su paso y, si no lo hace, debe cada quien simular el haberlo recibido, para confundir más al que debe adivinar en qué manos ha sido depositado. Mientras se corre el anillo, en Chile se dicen letrillas como éstas:

Corre el anillo,
por un portillo,
pasó un chiquillo
comiendo huesillos,
a todos les dio,
menos a mí.

Corre el anillo
por un portillo.
Cayó una teja,
mató a una vieja,
cayó un martillo,
mató a un chiquillo,
cayó un ratón,
mató a un guatón,
cayó una horquilla,
pinchó una chiquilla,
cayó una tagua,
aplastó a una guagua,
cayó una rama de matico,
aplastó a un milico.

 

Otras variantes:

Azúcar candia
pasó una prenda,
el que la tenga
que la esconda,
bien escondidita,
debajo de las polleras
de doña Mariquita.

Pasó un negrito
vendiendo aceitunas,
a todas les dio,
y a mí ninguna.

Me fui a mi casa,
me puse a llorar,
llegó mi mamita,
me dio un cinquito
y me hizo callar.

Corre la llave,
corre el candado,
el que lo tiene,
se queda callado.

 

Después de haber dicho algunas de estas rimas, el mismo niño que portó el anillo, pregunta a cualquiera de los presentes: ¿quién tiene el anillo? El que no adivina paga prenda, pero el que acierta pasa a ocupar el lugar del que pregunta y efectúa la operación anterior.

Las prendas se entregan al director o a un juez nombrado de antemano, y ellas son anillos, medallas, monederos, relojes. Las piezas se guardan en una bolsa o en una caja y cuando se ha reunido el número suficiente que garantice un rato de diversión, viene el rescate, previas sentencias.

El director o juez, saca al azar la primera prenda y se dirige a sus compañeros, diciendo:

—¿De quién es esta prenda?
—¡Mía! —responde el dueño de la misma—.
—Pues aléjate unos momentos —le pide—.

 

Y una vez que se ha marchado, viene la discusión amable de los reunidos sobre cuál sentencia o penitencia será la más adecuada para él. Cuando todos han dado su opinión y si no hay acuerdo, el juez decide en última instancia.

Se llama al reo y se le notifica la sentencia a realizar. Las penitencias deben cumplirse con el mejor de los ánimos. Quien juega sabe que, está expuesto a las situaciones más inverosímiles, y que su ineficacia lo convertirá en blanco de bromas. Es la ley del juego que todos han de acatar. En Chile, éstas pueden ser maullar como gato, ladrar como perro, croar como rana, cacarear como gallo, saltar en un pie, andar en cuatro pies, dar una vuelta a la manzana, hacer formas escultóricas, sacar con la boca una moneda que se encuentra en un plato con sal o las cucharillas, para lo cual se amarran dos cucharillas de un cordel y se cuelga éste de un hombro, de modo tal, que hay que realizar un movimiento para que se golpeen por entre las piernas.

También hay penitencias intencionadas, como enamorar a una vela diciéndole palabras de amor; retirar un trozo de palo de fósforo que está sujeto en los labios de una chiquilla, para lo cual el joven debe sacarlo sin besarla; besar a la niña que más le gusta; arrodillarse frente a una niña y hacerle una declaración de amor. Hay que agregar el beso de la monja, que consiste en colocar un pañuelo entre dos caras y retirarlo en el momento preciso que se van a besar; El pez y el pescador: el pez se tiende en el suelo y el pescador que siempre es pescadora, hace que pique el anzuelo que, en este caso, es una galleta sostenida por una cuerda delgada.

En la literatura chilena folklórica infantil se encuentran estas adivinanzas que dicen relación con el anillo:

Redondo, redondo,
no tiene tapa,
ni tiene fondo.

Existe un poema del poeta chileno Washington Espejo (1884-1952) dedicado a este juego.

Corra el anillo

Era el tiempo alegre
de juegos sencillos,
en que tenía alas
de luz el cariño
¡Que pena me diera
no haberlo vivido!

“¡Juguemos decían,
al corra el anillo”!
Y, graves inquietos,
tomaban su sitio
ya en estrecha ronda,
ya en amplio abanico,
y la más hermosa
corría el anillo.

Todos avanzaban
con gracia y sigilo
sus dos manos juntas;
y la que oficiaba…
con sus dedos tímidos,
iba abriendo entre ellas
un seguro asilo;
y eran dos palomas
y un solo cariño,
las pequeñas manos
y los dedos finos,
que buscaban donde
dejar el anillo,
repitiendo a todos
el mismo estribillo:
“que corra el anillo”
“que corra el anillo”.

La ronda anhelante
suspiro a suspiro,
tras la mariposa
de variantes giros,
pensaba, “en que manos
dejaré el anillo?”

Al contacto suave
de sus dedos tímidos
sentí entre mis manos
caer el anillo…
Luego tembloroso
Su acento rendido,
dijo:” ¡ya! ¡adivinen!
¿dónde está el anillo?

Cada uno de todos
sospecho lo mismo
… y me señalaron
al mirar perdidos,
sus ojos huyendo
de los ojos míos…

Entreabrí las manos
y brillo el anillo;
y la penitencia…
fue, que fuera mío,
con sus manos suaves
y sus dedos tímidos.

Y nadie dio prenda
ni hubo duras pruebas
en el acertijo…
¡y quedo en mi alma
por siempre su anillo!

 

Los niños chilenos no dicen o no llaman sortija al anillo.

En El folklore de Santiago del Estero, Di Lullo cuenta que se juega con un botón y es llamado el chiribotón. Se forma una fila de niños, quienes con las manos unidas palma contra palma, reciben la visita de otro que trae entre sus manos colocadas de la misma forma, un botón que tratará de dejar en manos de cualquiera, con el mayor disimulo, abriendo sus palmas entre las palmas que por turno le presentan sus compañeros. Luego que ha visitado a todos se dice:

Chiribotón,
pare el botón.
¿Quién lo tiene?

 

Uno de ellos debe adivinar. Si lo hace, se convierte en chiribotón. Entre las penitencias más comunes de cuantas se hallan difundidas en Argentina, están: el testamento oscuro, el beso con tarjeta, yo atrás de la puerta, pescar el bagre, la confesión, besar la sombra, ponerle el ojo al chancho, el mono, el moscardón, la mesa de truco, buscar el amor, que pida para su casamiento, que pida para su entierro.

Un cambio en la forma ofrece Emilia Romero. En Juegos infantiles tradicionales en el Perú, lo describe de la siguiente manera: se ensarta un anillo en una cuerda larga. Los jugadores se sientan en círculo, sujetando la cuerda con las manos y pasándose el anillo, disimuladamente, unos a otros. Uno de pie, en el centro, debe adivinar quién tiene el anillo y para este fin, debe vigilar los gestos de los jugadores, quienes hacen falsos movimientos para engañarlo. Cuando sorprende a uno con la sortija en la mano, éste ocupa su lugar.

Entre tanto, los jugadores van cantando lo siguiente:

El florón está en la mano
y en la mano está el florón
y el que no lo adivinare
se quedará de plantón.

Otra versión recogida por la misma autora:

Aquí la perdí,
aquí la he de hallar,
dame la sortija,
dame la sortija,
que en tu mano está.

 

En Venezuela, en Táchira, el repartidor de la sortija iba diciendo:

Guárdeme esta sortijita,
guárdemela bien,
que no se la vaya a comer
el señor comején.

 

Origen. En la Edad Media el juego de prendas se llamaba sabatier. Para la estudiosa peruana Emilia Romero, este juego es de origen francés y agrega que: “según Ruth Muzzy Conminston, proviene de una antigua danza melódica y es sumamente popular en Francia. Allí se llama le furet”.

Tuvo popularidad en Italia, en los siglos XVI y XVII, de donde pasó a España.

Denominación.

Argentina: sortija con prendas, chiribotón, sortija con vaina (en lugar de practicarse con entrega de prendas, se castigaba al perdedor con un vainazo dado con una vaina de cuchillo, llevada ex profeso por el que distribuía la sortija, y si acertaba, le entregaba la vaina y su lugar, para que repartiese él la sortija)
Brasil: jogo de anel
Colombia: La sortijita
Chile: corre el anillo, azúcar candia, juego de prendas
Perú: la sortija, dame la sortija
Venezuela: la sortija, la sortijita, el anillo, malaquita cubale (variante de la sortija).
España, la sortija, el anillo, el anellet (Cataluña), pasar el anillo (Solsona, Cataluña).

Dispersión. Argentina, Bolivia, Chile, Haití, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana (Santo Domingo), Venezuela.

Comentario. En otros tiempos fue un recurso usado por los adultos para romper la monotonía de las reuniones nocturnas en familia y, a la vez, como una forma de acercarse al amor cuando alguien estaba gustando.

Después, este entretenimiento hizo las delicias de los niños.

En muchas partes se acostumbra jugar este juego en los velatorios. En Chile, en las minas de carbón de Lota, es muy corriente.

El destacado investigador, Mario López Osorio (1898-1950), autor de Oro nativo (tradiciones bonaerenses, poesía popular y antología del payador de la pampa), dice que entre las diversiones caseras está la sortija con prendas, la cual se efectúa en los velatorios de los angelitos.

En Chile, en los campos, la muerte de un infante da motivo para el velorio del angelito en el que hay rezos, canciones y hace su aparición un baile, el calladito. Visten al angelito con ropas blancas y le colocan alas de papel tijereteado. Durante la noche, los invitados rezan. La madre no debe llorar porque le mojaría las alas. La costumbre dice que es bueno tener un ángel en el cielo para que salga a recibir a sus progenitores cuando éstos mueran.

Lo anterior corresponde a una interpretación popular de la liturgia religiosa católica y está basada en la creencia de que los muertos en edad temprana intervienen en el cielo a favor de sus familiares.

En el cancionero criollo están los cantos del angelito, destinados a la ceremonia de despedida, los que realiza un cantor popular.

La madre que desea que su hijo vaya al cielo, debe bailar al día siguiente el calladito.

En América, los velorios de los angelitos se efectúan en Argentina (norte y noroeste), Colombia, Chile, México, Puerto Rico, República Dominicana (Santo Domingo), Venezuela. Y es costumbre en España e Italia.

Bibliografía

Baraja de Chile. Oreste Plath (César Octavio Müller Leiva) Editorial Zig-Zag, Santiago de Chile 1946, y Editorial Grijalbo (2ª edic.) traspasado el texto al Pasado. Prólogo Juan Antonio Massone. Santiago de Chile, 1998.

Diccionario folklórico argentino. Félix A. Coluccio. Librería y Editorial El Ateneo, Buenos Aires, Argentina (2º edic.) 1950

Diccionario ideológico de la lengua española(desde la idea a la palabra, desde la palabra a la idea). Julio Casares. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, España (1º edic.)1954

El folklore de Santiago del Estero. Orestes Di Lullo. Universidad Nacional de Tucumán, Departamento de Investigaciones Regionales, Instituto de Historia, Lingüística y Folklore. Tucumán, Argentina, 1943

Folklore de las Américas (primera antología). Félix Coluccio. Prólogo de Augusto Raúl Cortázar. Librería el Ateneo Editorial, Buenos Aires, Argentina, 1948

Folklore del carbón. Oreste Plath (César Octavio Müller Leiva)Prólogo Fernando Kri Mornhinger. Ediciones Tertulias Medineses, Imprenta Editorial Rumbos, Santiago de Chile 1991; Editorial Grijalbo. Nueva edición que incluye un índice onomástico y una advertencia preliminar, revisada, corregida y anotada por Karen Müller Turina. Prólogo Javier Jofré Rodríguez. Santiago de Chile 1998.

Folklore del Paraguay. Paulo de Carvalho Neto. Editorial Universitaria, Quito, Ecuador,1961

Folklore médico chileno. Oreste Plath (César Octavio Müller Leiva) Prólogo Dr. Sergio Puente García. Editorial Nascimento, Santiago de Chile, 1981; Editorial Grijalbo, Santiago de Chile (2º edic.), 1997.

Folklore tachirense. L. F. Ramón y Rivera e lsabel Aretz. Edición cuatricentenario. Cuatro volúmenes. Editorial Arte, Caracas, Venezuela, Vols. I y II, 1961; Vol. III 1963

Juegos infantiles tradicionales en el Perú. Emilia Romero. Folklore Americano, Lima; Perú. 1º parte Nº 2, Año II, 1954, pp. 89-177; 2º parte Nº 3, Año III, 1955, pp.94-120; 3ª y última parte Nº 4, Año IV, 1956, pp. 137-177.

Juegos para todos. Carmiña Verdejo. Barcelona, España, 1965

Juegos y alegrías coloniales en Chile. Eugenio Pereira Salas. Empresa Editora Zig-Zag, Santiago de Chile, 1947

Lícito recreo casero o colección de cincuenta juegos conocidos corrientemente con el nombre de juegos de prendas. Anónimo [Un Aficionado]México, 1806

Recuerdos de treinta años (1810-1840). José Zapiola. Editorial Zig-Zag, Prólogo de Eugenio Pereira Salas, Santiago de Chile, 1945

 

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